A punto del desbordamiento. Así es como se encontraba la mesa de mi despacho. Carpetas, papeles, notas, recibos, bolígrafos que ya no escriben…Sí, lo confieso, un caos en toda regla.
El poner orden a tanto caos es una de mis postergaciones recurrentes. Siempre encuentro algo mejor en lo que ocupar mi tiempo. Pero esta mañana me he puesto manos a la obra y… voilà! Entre los montones de papeles y dibujos varios que a mi hija Libe le encanta regalarme como muestra de su amor, me he encontrado esta joya de dibujo cuyo gran título es: “El amor qué hace?. Mueve el mundo. Amatxu te quiero!”. Parece que mi pequeña con tan sólo 5 años sabe lo que es realmente importante en la vida.
Personalmente me resulta inquietante comprobar cómo a medida que vamos cumpliendo años, en no pocas ocasiones, vamos perdiendo la noción de lo que es importante y de lo que no lo es tanto, y cómo vamos haciendo complicado lo que en esencia es sencillo.
Siempre he considerado que es un privilegio estar cerca a un niño, tanto si es tu hijo como si no lo es, porque son innumerables los aprendizajes que gratuita y espontáneamente nos brindan.
A mis 2 hijas, cada una con su estilo particular, las considero mis maestras, diminutas, pero maestras al fin y al cabo. Ellas están más en contacto que yo como adulta con su esencia, ya que aún no están excesivamente condicionadas ni por sus padres, ni por la educación, ni por lo que la sociedad nos impone…Ellas simplemente SON y viven el presente, el aquí y ahora. Ellas aún no están identificadas con sus pensamientos ni con su personalidad. Sencillamente se dejan inundar por la vida, por el amor, por las experiencias, sin juicios, sin análisis, sin pensamientos; simplemente sintiendo, viviendo lo que la vida les ofrece a cada instante como si fuera único.
En definitiva, lo que hace un niño de manera natural y espontánea es parte de lo que cualquier corriente de desarrollo personal y espiritual persigue. Espero que mis clases de Yoga y meditación me sirvan para estar a la altura de mis pequeñas maestras.