miércoles, 26 de noviembre de 2008

El Síndrome Niágara


De un tiempo a esta parte, un término surge una y otra vez en mis pensamientos, en mis actos, en mis conversaciones… de manera insistente y recurrente, y lo hace en todos las parcelas importantes de mi vida: en los talleres que llevo a cabo con mis queridas chicas, en las sesiones de trabajo con mis clientes, en mi vida personal,…Todo lo que hago me lleva a la palabra DECISIÓN, y a la enorme repercusión que tiene en nuestras vidas las decisiones que tomamos de manera consciente o inconscientemente.
Un hermoso cuadro preside la entrada de mi despacho, es un regalo que me hice a mí misma cuando lo inauguré. En él aparece la imagen de un camino con árboles a ambos lados, y debajo de esta imagen está escrita la siguiente frase:
DECISIÓN: Mejor que seas tu quien decida tu futuro por que es ahí donde pasarás el resto de tu vida.
La verdad es que lo utilizo mucho a modo de inspiración para mis clientes y para mí misma, ya que lo veo y leo la frase cada día al iniciar mi jornada de trabajo.
La semana pasada viajé a Madrid, y en las prisas del último momento olvidé encima del escritorio el libro que tenía pensado leer durante el viaje, así que en el aeropuerto compré uno de los libros de Anthony Robbins, Controle su destino, y como no podía ser de otra manera el tema principal era… ¡LA DECISIÓN!
Sin duda leer a Robbins es siempre muy enriquecedor, en esta ocasión quiero compartir, lo que él denomina Síndrome Niágara para referirse al enorme precio que pagamos cuando en lugar de tomar nuestras decisiones de una manera consciente y comprometida, nos dejamos llevar por las circunstancias:
La vida es como un río, al que se salta en ocasiones sin haber decidido realmente dónde se quiere ir a parar. Por ello no tardamos en sentirnos arrastrados por la corriente, por los acontecimientos, los temores, los desafíos. Cuando se chapotea en el agua, no se decide conscientemente a dónde se quiere ir o cuál es la dirección correcta a tomar. Nos limitamos a “dejarnos llevar por la corriente”. Nos convertimos en parte de la masa de gente dirigida por las circunstancias, en lugar de por sus propios valores. Por último, nos sentimos fuera de control. Permanecemos en este estado inconsciente hasta que un buen día nos despierta el estruendo del agua, para descubrir que nos encontramos a pocos metros de las cataratas del Niágara, en un bote sin remos. Y en ese momento exclamamos: “¡Oh, mierda!” Pero para entonces ya es demasiado tarde. Nos caemos irremisiblemente por la catarata. A veces, se trata de una caída emocional. Otras veces es física. Otras, se trata de una caída financiera.
Anthony Robbins

miércoles, 12 de noviembre de 2008

¿De verdad crees que podemos elegir?


Ayer se abrió un debate muy interesante en uno de los talleres sobre coaching para mujeres que imparto.

Era el primer día… nervios, presentaciones, introducción, muchas expectativas por parte de las participantes por saber y descubrir, al fin, qué iba a ser esto de nombre tan raro, como me dijo una de ellas.

Ávidas por saber, seguían atentas y muy interesadas, las explicaciones que yo ofrecía con el fin de hacer una breve introducción del tema.

Así iban apareciendo conceptos: toma de conciencia, autoconfianza, creencias limitadoras… Yo, muy atenta a sus respuestas no verbales, percibía que dichos conceptos iban calando bien en ellas, hasta que introduje otro de los elementos claves en el coaching, como es el “Principio de responsabilidad”, entendida como la capacidad que tenemos de elegir, de tomar decisiones sobre nuestras propias vidas, y cómo cada cosa que hacemos se debe a que lo hemos decidido, consciente o inconscientemente.
Este principio se contrapone a aquellas posturas deterministas que afirman que son las circunstancias externas las que nos condicionan, de tal manera que no hay nada que nosotros podamos hacer para cambiar, para dirigir nuestra vida.

Fue como abrir la caja de Pandora: el silencio reflexivo se interrumpió para dar paso a un aluvión de “perdona Maite, pero no estoy de acuerdo con…”. Muchas de las asistentes tomaron la palabra para exponer diferentes circunstancias y quehaceres cotidianos de sus vidas, hijos, maridos, trabajo…, renuncias que han tenido que hacer por no poder compatibilizar su vida personal con la profesional,… y un sin fin de obstáculos que percibían en sus realidades que según ellas chocaba frontalmente con la idea que yo tan “alegremente” había expuesto de “nuestra libertad de elección”.

Fue un debate francamente interesante que no hizo más que confirmar la presencia que, en mi opinión, está tan arraigada en nuestra cultura, formando parte de la maraña tan enorme de creencias que nos limitan, y que nos impide ser, hacer, vivir…tal y como queremos, de ese sentimiento de estar “atados de pies y manos” ante las circunstancias de nuestras vidas.

Entiendo que esta filosofía sea difícil de aceptar emocionalmente, y no pretendo negar la influencia que sobre nosotros ejercen la educación, las circunstancias y las personas que nos rodean, pero lo cierto es que si pensamos que nuestro día a día depende únicamente de estos factores “externos”, estaremos siempre a su merced, dejando nuestra felicidad o desdicha en sus manos, y lo que es peor aún, no tendremos el poder de cambiarlo. Así, estaremos contentos si mi jefe tiene hoy un buen día y hace un sol espléndido, y por el contrario nos hundiremos ante un “día de perros”, y si nuestro hijo adolescente ha vuelto a llegar tarde a casa, por ejemplo.

Cuando aceptamos nuestra responsabilidad en las elecciones diarias que realizamos, nos estamos dando la facultad para dejar las cosas tal y como están, o bien para cambiarlas y elegir.

Os dejo con la siguiente reflexión:

“Tu eres la suma de todas las decisiones que has tomado en tu vida hasta el día de hoy”

De no ser así, no serías la persona única y especial que ahora eres.

lunes, 3 de noviembre de 2008

TODO VIAJE DE MIL MILLAS EMPIEZA POR UN PRIMER PASO


Contemplo admirada todos los progresos que mi preciosa niña, que acaba de cumplir su primer año, ha realizado a lo largo de este maravilloso año. Es increíble, como se suele decir, parece que fue ayer!…

Su evolución, silenciosa y casi imperceptible para los que tenemos la enorme suerte de estar a su lado día a día, pero a la vez imparable, me hace reflexionar sobre un concepto fundamental que utilizamos mucho en coaching, que es parte esencial de la vida, como es el concepto de proceso.


Proceso de crecimiento, proceso de aprendizaje, proceso de cambio, proceso de envejecimiento, proceso digestivo …en nuestro día a día utilizamos a menudo este concepto para referirnos a múltiples aspectos, sin embargo creo que en la vorágine de cosas por hacer en la que vivimos nuestros días, y en la necesidad de obtener resultados rápidos, no somos realmente conscientes de lo que la palabra proceso implica.


Mi hijita sí sabe lo que es un proceso, empezó abriendo sus ojos y a mantener su mirada mínimamente enfocada, mostró su primera sonrisa refleja, poco a poco logró controlar los músculos de su cuello para mantener su frágil cabecita, a medida que pasaba el tiempo nos sonreía con intención, una mañana, de pronto se despertó diciendo ge, gi, gu…haciéndonos llorar de emoción, empezó a controlar cada vez más su cuerpecito, jugaba a su manera, hacía sus ensayos diarios para mantenerse sentada hasta que dejó de caerse como un bolo, ya se sentaba sola!.

Un buen día, descubrió que había un enorme mundo por descubrir a su alrededor, y empezó a reptar hasta que consiguió gatear, hoy en día saca brillo a toda la madera de la casa. Día a día nos ha ido relatando todas sus experiencias en un idioma repleto de sonoridad y alegría, señalando con su pequeño índice todo lo que le llama la atención, y dando palmas cada vez que está contenta y oye música.


Ella tiene paciencia, no tiene prisa, sabe que todo viaje de mil millas empieza por un primer paso, que sólo puede dar un paso cada vez, y que en su viaje no caben los falsos atajos.
El mismo trabajo que ha realizado mi hija a lo largo de su primer año, y que seguirá realizando, para lograr y afianzar sus progresos evolutivos, hemos de realizar cuando queremos lograr un verdadero cambio, un objetivo, una meta.


De esta manera el coaching, es también un proceso natural de aprendizaje y desarrollo, un bello viaje de descubrimiento sobre uno mismo, con sus etapas propias y necesarias para lograr nuestros verdaderos objetivos.


Es así cómo el coaching hace sus efectos en las personas, de manera silenciosa, casi imperceptible para los demás, pero imparable, con firmeza, y seguridad.