martes, 24 de marzo de 2015

Si existiera una tecla...

Sensible, susceptible, exigente, intransigente, egocéntrica… Sí, me reconozco ahí en muchos aspectos  de la vida. Son actitudes latentes en mí que emergen especialmente en  situaciones en las que se tocan aspectos que debo de  considerar intocables.

Trabajo a diario para desarrollar la mente neutral, tal y como me dice mi profesora  de Yoga: “…lleva tu mirada al entrecejo… siente tu respiración… simplemente observa cualquier pensamiento que acuda a tu mente sin juzgarlo…”. Y es cierto que con la práctica voy consiguiendo entrar, aunque sea por unos instantes,  en ese punto de neutralidad, pero se ve que estoy en el camino y aún queda un larguísimo trecho.

Hace unos días, esos intentos de  neutralidad volaron muy lejos de mí cuando compartí en Facebook una publicación   de la Asociación Española de Sindrome de Down que solicitaba a la RAE que retirase el término “subnormal” como acepción para las personas que padecen una trisonomía en par 21. Y una persona volcó  comentarios, en mi opinión  carentes de toda sensibilidad, y rayando en la ofensa.

 Sin embargo, soy consciente de que cada uno de nosotros vemos la realidad a través de nuestros propios cristales, pudiendo estar estos en perfecto estado, o por el contrario, rayados y mal graduados. Además, esperar que los demás comprendan tu viaje cuando no han recorrido tu camino, es cuanto menos un trabajo baldío, de modo que decidí expresar mi parecer con un discreto “discrepo” y un “…dicen que opinar es libre…, así que continua opinando.”

Y así lo hizo. Siguió opinando respecto a la discapacidad, a la hipocresía de los padres, a la ruina económica y personal que supone tener un hijo con discapacidad…y un sin fin de perlas más que no viene al caso reproducir.

Una mente mucho más disciplinada que la mía podría haber llevado esos comentarios con algo más de desapego. Sin embargo,  este no fue mi caso. No realicé ninguna réplica a sus aportaciones, sino que directamente eliminé y bloqueé enfadada e indignada a esta persona de mis amigos de Facebook.

Y así,  ese estado emocional me llevó a  hacer el recorrido que a lo largo de los últimos años he ido realizando situándome en un día de hace ya 4 años, cuando me encontraba en el momento más oscuro y doloroso de este proceso, cuando sentía que ninguna célula de mi cuerpo estaba preparada para aceptar que ese bebe tan precioso y tan plácido, mi hija pequeña June, padecía una enfermedad  que no tenía nombre, ni pronóstico, más allá que vivir el día a día, una amiga  me planteó lo siguiente: “Maite, si existiera una tecla que pudieras apretar y que al hacerlo todo este capítulo  se borrase,  quedando sin recuerdo … June no existiría… nada de este dolor que sientes existiría… lo harías?” No sé cuantos segundos tarde en decir que “no”, que no pulsaría esa tecla. Pero sin duda, fue un tiempo más o menos prolongado. Y lo que salió de mí fue un tímido y débil “no”, que nacía, supongo, desde mi sentido más moral, y desde lo que una buena madre ha de decir. Entonces, mi amiga sabiamente afirmó: El día en el que tu   “No”sea  rotundo, firme y  fuerte, estarás en un punto completamente diferente de este camino.

Nadie me ha vuelto a plantear esa cuestión, supongo que porque no es necesario, pero sé que  en esta ocasión, el “No” sería contundente.  Y esto no significa que sea víctima de un autoengaño compensatorio, tal y como las palabras de esta persona daban a entender.

Trato de ser  honesta conmigo y con los demás,  y si en lugar de esa tecla existiese otra cuyo nombre fuese: June sigue un patrón de desarrollo “normal”, sin dudar,  la apretaría. Y lo haría  para que ella pudiera vivir todas las experiencias que por sus limitaciones no puede, para que su hermana pudiera tener una compañera de juegos más acorde a lo que ella esperaba, para llevar una vida, intuyo, que más sencilla, para no pensar en su futuro con tanta incertidumbre, para dejar de intentar protegerla de miradas escrutadoras, Y por un sinfín de motivos más.  Pero June y la palabra “ruina”, como calificaba la susodicha persona la vida de las familias con un hijo discapacitado,  no pueden ir jamás en la misma frase.

 Abrazar a June y que ella me abrace debe se ser lo más parecido a estar en el cielo. Tumbarme a su lado cuando duerme y contemplarla, me lleva  a un estado de relajación profunda en décimas de segundo. Asistir a lo intenso de sus emociones, tanto las relacionadas con la alegría, como con el enfado, es un espectáculo único. Acompañarla en sus logros es el mayor de los regalos. “Ruina” sería no ver ni apreciar  estas cosas. “Ruina” sería no ser consciente de cómo June me ha trasformado en una persona ni mejor ni peor, pero sí más completa de lo que era. 

Aunque he recorrido un largo trecho, saliendo más o menos bien parada de batallas importantes contra el victimismo, la autocompasión,  la negación, o  la ira,  sé que el camino no sólo es largo, sino que además no tiene fin, ya que un camino me sitúa en otro distinto y este a su vez me conduce a otro… y a lo lejos puedo  vislumbrar un sendero desconocido e inexplorado.  Pero pondré conciencia en cada paso que voy dando para no desviarme demasiado y si lo hago, poder retomar mi senda.

PD: Gracias “amigo” de Facebook por ayudarme a ser más consciente aún de todo lo andado


No hay comentarios: